viernes, 27 de enero de 2017

Cómo integrar y sanar eso de lo que somos conscientes.







Gracias a Encar  y Jane por inspirarme con sus preguntas en Facebook para esta entrada de mi blog. 

Hacernos conscientes de creencias limitantes o aspectos neuróticos nuestros no suele ser suficiente para sanarlos, superarlos o integrar aquellos aspectos que estén disociados.


La cuestión es de que forma al hacernos conscientes de algo, comenzamos a integrarlo y sanarlo¿Es aconsejable, en alguna ocasión, no actuar en situaciones que activan en nosotros mismos aspectos no sanados e integrados y quedarnos solo en trabajarlas interiormente?. Si, no obstante, tenemos que actuar ¿tendremos que hacerlo sin esperar un resultado diferente, sabiendo que nos engancharemos a personas o situaciones parecidas con resultados similares?

Estas preguntas me han recordado algo que solía decir Genpo Roshi y es que la distancia entre darse cuenta de algo e integrarlo y encarnarlo sólo se recorre con la práctica. Eso de lo que nos damos cuenta podría ser algo del pasado, alguna herida sufrida en el curso de nuestro desarrollo psicológico y que dejó su correspondiente huella en nuestra psique, en forma de creencias profundas limitantes sobre nosotros mismos, por ejemplo. O podría ser nuestra naturaleza real, la Gran Mente, esa Conciencia Testigo ante la que aparece toda nuestra experiencia ahora mismo.

En el primero de los casos, el de las heridas psicológicas y sus creencias limitantes asociadas,  se requiere regresar emocionalmente a los niveles en los que se produjo esa herida, para poder experimentar esa parte nuestra que se quedó estancada ahí. Hay que tener en cuenta que en nuestra infancia todo lo interpretamos egocéntricamente, todo tiene que ver con nosotros y, por tanto, podemos llegar a creer que somos causantes de sucesos que realmente no tienen que ver. Imaginemos que un niño pierde a sus padres en un accidente. Desde la psique de un niño eso podría interpretarse como que le abandonaron, y dejar un sentimiento de culpa, ya que podría llegar a sentir que le abandonaron por no ser digno de recibir amor. Y esa creencia podría manifestarse ya en la persona adulta en el enganche a personas y relaciones que le van a a abandonar, confirmando así su creencia y convirtiéndose en una especie de profecía autocumplidora.

En estos casos lo mejor que podríamos hacer es regresar al momento en que se produjo esa herida, ser capaces de sentir las emociones asociadas a ella para poder metabolizarlas y liberar la energía psicológica que se quedó estancada ahí, para así ser capaces de exponer a la luz de la razón las creencias limitantes asociadas y deshacerlas. Si intentamos racionalmente contradecir nuestras creencias profundas puede que no tengamos mucho éxito, porque por más que nos digamos algo con la mente, lo que sentiremos interiormente será muy distinto. Todo este proceso puede ser facilitado por alguien externo que aporte un poco de claridad desde fuera, un buen psicoterapeuta sería el mejor ejemplo. No siempre se trata de sanar la herida, o al menos no del todo. Hay heridas muy básicas que siempre van a estar ahí de alguna manera, se trataría de hacer las paces con ellas para que no nos dominen y de ese modo podamos convivir con ellas.

Otra cosa distinta es si hemos atisbado nuestra naturaleza real (Gran Mente, Testigo Puro), pero estamos muy lejos de haber despertado, es decir, de identificarnos con ella y vivir desde ella permanentemente. Generalmente hay todo un arduo camino entre ambas cosas. Una de las prácticas que más nos ayudaría a recorrer ese camino sería la meditación. Con esta práctica invitamos a que se den estados que trascienden al pequeño yo y nos permiten reconocer nuestra naturaleza más profunda, la que está más allá del ego y de la mente. Al ir profundizando en la meditación ese reconocimiento puede ir estabilizándose e incluso podría llegar a ser no un reconocimiento de la Gran Mente si no un reconocimiento de nosotros mismos como Ella, y empezar a ser capaces de vivir desde ahí. Por supuesto, en este camino puede ser de mucha ayuda la guía y la trasmisión de un Maestro que esté más avanzado que nosotros en el camino.

Ambos dominios, el de la integración psicológica y el de la realización de nuestra naturaleza real, tienen mucha relación. Si tenemos mucha energía psíquica disociada en nuestras heridas personales, nos va a ser muy difícil trascenderlas en la meditación, pues estaremos muy atrapados en nuestra lucha psicológica. Es por ello que un ego más sano, menos neurótico, es más fácil de trascender. A la vez, desde ese espacio más allá del miedo que es la Gran Mente será mucho más fácil relajar las defensas y trabajar con nuestro material psicológico.

Y mientras tanto, sin importar hasta donde hayamos llegado en nuestra integración psicológica y en nuestro desarrollo meditativo tendremos que seguir con nuestras vidas. Mientras lo hacemos podríamos caer una y otra vez en situaciones desagradables similares, que nos señalarán que es lo que tenemos que sanar, para que ya no nos afecten en el futuro. Y así, con nuestra vida y nuestras relaciones con los demás señalándonoslo, iremos viendo que es lo que nos toca sanar, integrar o trascender en cada momento.