viernes, 25 de noviembre de 2016

El amor incondicional y el amor de pareja






Siempre que se mezclan los planos absoluto y relativo se da lugar a muchos problemas, y lo mismo ocurre cuando se mezclan los tipos de amor asociados a esas dos perspectivas sobre la realidad.

Por una parte tendríamos el amor absoluto, incondicional, espiritual, infinito o transpersonal, que lo abraza todo por igual, sin distinciones y sin esperar nada a cambio.

Por otra parte estaría el amor condicional o personal, y, para esta entrada, nos vamos a centrar en uno de los tipos de amor condicionado: el amor de pareja. Este tipo de amor no lo abraza todo por igual, ni debe hacerlo; hay una persona a la que pone muy por encima de todas las otras. Desde este amor si que se pueden poner condiciones, por ejemplo: que la otra persona nos corresponda, que nos trate bien y no nos maltrate, etc.

El problema es que he observado que en "círculos espirituales" a veces se mezclan ambos tipos de amor. En ocasiones se hace para racionalizar nuestras dificultades para comprometernos en una relación de pareja. Es más fácil quedarnos en nuestras ideas del amor incondicional, que comprometernos con alguien o algo en concreto. Por otro lado, si aplicamos las ideas sobre amor incondicional al amor de pareja significaría que tendríamos que aguantar cualquier cosa de la otra persona, pues nuestro amor no debería depender de ninguna condición.

¿Cuál sería, entonces, la relación entre el amor incondicional y el amor de pareja?. En el mejor de los casos, si hubiéramos llegado a hacernos conscientes de él, el amor incondicional sería como el trasfondo, el océano, dentro del cual surgiría esa ola de amor condicionado por nuestra pareja. Ken Wilber lo expresa muy bien en Diario (entrada del 16 de agosto):

"El amor hacia una persona concreta es perfecto cuando sale de la Vacuidad. Porque, aunque todavía sea amor, aunque todavía sea intensamente personal, aunque todavía sea muy concreto, es una ola que emerge del océano del infinito llevando consigo la fuerza y la emoción de todo el mar. La sensación se asemeja al hecho de contemplar una salida de sol en el desierto a primera hora de la mañana: una inmensa llamarada rojoamarillenta que emerge en la inmensidad azul. Cada uno de nosotros es, en el fondo, el cielo infinito del Amor en que emerge la bola de fuego concreta del amor personal.


Pero hay que decir que el amor infinito y el amor personal no son excluyentes, sino que éste es una de las olas del océano inmenso que es aquél. El único cambio que advierto cuando me despierto junto a Marci a primera hora de la mañana y comienzo a meditar es la presencia de una beatitud que engloba todo el cuerpo, una beatitud paradójicamente tenue a la vez que intensa, que agudiza mi conciencia. Es una energía sexual que se conecta con su fuente en las regiones sutiles del cuerpomente. A menudo medito tocándola levemente, con lo cual se cierra un circuito energético que ella también puede sentir."

No hay comentarios:

Publicar un comentario