miércoles, 21 de diciembre de 2016

¿Podemos vivir sin juzgar?






Muchas personas en círculos espirituales piensan que juzgar es una actividad negativa de la mente que habría que evitar. Se suele argumentar que juzgar es un acto de prepotencia, porque en realidad, ¿quién es nadie para juzgar algo o a alguien?. Ahora bien, lo que yo me planteo es, ¿es posible no juzgar?.

La misma postura de defender que no hay que juzgar lleva implícita un juicio. Desde esta postura se emite el juicio de que es mejor no juzgar que hacerlo. Y es que no podemos evitarlo, en nuestra vida nos enfrentamos continuamente a elecciones. Y la forma en que elegimos es juzgando, sean estos juicios conscientes o más viscerales e inconscientes.

Puesto que no podemos evitar juzgar, ¿que podríamos hacer al respecto?. No me parece una opción adecuada negar que lo hacemos, con eso lo único que conseguimos es que nuestros juicios pasen a ser encubiertos. Y entonces enjuiciaremos severamente mientras nuestro discurso es el de que no hay que juzgar. No he visto personas que juzgaran más severamente a los demás que algunas que he conocido cuyo discurso era que ellas jamás juzgaban. Lo hacían severamente, pero no podían reconocerlo, porque se hubieran contradicho.

En mi opinión juzgar es una actividad natural y deseable de la mente. Así que no se trataría de jugar a que no lo hacemos, sino de reconocerlo y hacerlo abiertamente y con sabiduría. Por ejemplo, una cosa es juzgar las acciones de una persona y otra juzgar a esa persona por sus acciones. Las acciones podemos juzgarlas, pero 
siempre carecemos del suficiente conocimiento, sobre todo desde dentro, para juzgar a esa persona. Y así podemos aplicar el discernimiento a todos nuestros juicios revisándolos, pero para ello tenemos que reconocer en primer lugar que los estamos haciendo.

Podemos reconocer esa parte de nosotros que no hace elecciones, que está más allá de los juicios, ese Testigo que lo contempla todo por igual, sin perseguir o huir de nada. Pero luego, en la vida cotidiana, tendremos que abrazar e integrar esa otra parte que juzga y elige. Morando en la Conciencia sin elección, reconoceremos, honraremos y realizaremos nuestros juicios con mayor sabiduría, desde una perspectiva que sea siempre lo más amplia posible.

sábado, 10 de diciembre de 2016

¿Amor incondicional o narcisismo despiadado?



Pienso que el amor incondicional existe. Y que puede ser experimentado en ciertos estados de conciencia como una aceptación plena y radical de lo que es, de nosotros mismos, o de lo que sea que esté presente. Supongo que con la práctica esa experiencia puede convertirse en algo permanente en el trasfondo de nuestras vivencias, como un océano de conciencia y amor incondicional del cual surgen las olas de nuestros afectos y relaciones personales.

La relación que creo que hay entre ese amor incondicional y el amor personal ya la expliqué en esta otra entrada de blog. Ambos coexistirían y serían distintos, como una ola es distinta del océano en el cual se origina.

El problema surge cuando tenemos dificultades con los afectos y amores más personales y usamos el concepto del amor incondicional para tapar esos problemas que tenemos al comprometernos en relaciones más personales. Nos podemos convertir entonces en personas frías y robóticas, y justificar nuestra incapacidad de involucrarnos en relaciones normales con la idea de que los amamos incondicionalmente. De este modo podremos disculpar todas nuestras torpezas con los demás, porque desde nuestro pedestal incondicional comprenderemos que como les tratemos no influye realmente en como se sienten, ya que lo que uno siente no es más que una elección que realiza. De esta manera nos libraremos de toda responsabilidad sobre lo que hagamos en nuestras relaciones, pues no tendremos la culpa de lo que los otros elijan sentir. Quizás los demás se conviertan en meros instrumentos para nuestro aprendizaje, personas que llegan a nuestra vida, nos enseñan algo y podemos soltar sin remordimientos, porque desde nuestro impersonal punto de vista ya no les necesitamos. Lo único que importará será lo que nosotros queremos y nos hace sentir bien, y los demás serán vistos como meros instrumentos para ello.

Y así, el concepto de amor incondicional puede acabar produciendo algo totalmente opuesto, el narcisismo despiadado, que ejerceremos desde nuestra atalaya impersonal, disociando toda empatía o todo afecto personal, ocultando con nuestro discurso espiritual nuestras dificultades personales. 

Las cosas no necesariamente tendrían que ser así, uno podría ir accediendo realmente a ese amor incondicional a través de la práctica espiritual meditativa, y a la vez dejar de usar el concepto sobre ese tipo de amor para evitar trabajarse las dificultades en las relaciones personales. Y entonces, al ir mejorando ese aspecto también, quizás nuestros amores y afectos personales lleguen  ser olas dignas de ese oceano ilimitado e incondidionado.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Vivir, morir... renacer






Quiero dar las gracias a Fran Antón Llopis por inspirarme para hacer esta entrada de blog con sus preguntas y reflexiones. 

En nuestra vida todos tenemos que decir adios a determinadas situaciones, personas, etc. y hacerlo mientras sabemos que estamos poniendo punto final a algo que no volverá a ocurrir jamás. Si ese algo (situación, relación, etc.) era muy importante en nuestras vidas y estábamos muy apegados, el proceso puede ser muy difícil, y llevar su tiempo. Podemos observar en nuestras vidas como una pérdida o una despedida va a causar un dolor directamente proporcional a lo importante que fuera en nuestras vidas eso que perdemos o de lo que nos despedimos, al apego que le tengamos. La situación puede ir desde la ausencia de duelo hasta un duelo largo, profundo y doloroso.

Y los duelos, aunque son procesos caóticos y de duración e intensidad variables, suelen tener una serie de pasos que tenemos que vivir durante el tiempo que cada uno de ellos requiera y que no nos podemos saltar. También es posible quedarse atascado en alguno de los pasos y estar en él más tiempo del requerido.


Se suele decir que un duelo tiene 5 etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.




  • Negación

Esta etapa se caracteriza por negarnos a admitir la pérdida que acabamos de sufrir. Esta negación puede ser consciente o inconsciente. Nos parece increíble que esa pérdida nos haya sucedido a nosotros, nos resistimos a verlo. Nos anestesiamos para no sentir las intensas y negativas emociones que podríamos sentir. Si tuviéramos que darle una función a esta fase podríamos decir que es la de ofrecernos un poco de tiempo entre la pérdida y las terribles emociones que se avecinan.


  • Ira
Poco a poco dejamos de poder ignorar la pérdida que hemos sufrido y vamos teniendo que asumirla. Es entonces cuando toma protagonismo la ira, pasando a primer plano. Sentimos ira hacia Dios, la vida, lo que hemos perdido, la persona que nos ha dejado. No nos podemos creer que nos haya sucedido a nosotros, que nos hayan hecho eso no nos lo merecemos. Es importante en esta fase ser capaz de expresar esa ira o enfado, ya sea escribiendo, hablando con conocidos o con un terapeuta, etc. Ser capaz de vivir y expresar esa ira es parte del proceso para superarla y no quedarnos atascados en este paso.
  • Negociación
Esta fase es nuestro último intento por hacer desaparecer la pérdida que hemos sufrido y no aceptar la realidad. Quizás recemos a Dios, hagamos rituales mágicos o cualquier otra cosa con la fantasía de revertir dicha pérdida. Puede que tengamos incluso la fantasía de hacer volver el tiempo atrás y no hacer las cosas que hicimos que creemos que nos llevaron a esa dolorosa situación. Ésta es una fase agotadora, porque tratamos de vivir en nuestra fantasía dándole la espalda a la realidad.

  • Depresión
Inevitablemente al final nos daremos de bruces con esa realidad que pretendíamos evitar, con esa pérdida que hemos sufrido. Entramos entonces en una etapa de tristeza que mientras la vivimos tenemos la sensación de que durará por siempre. Ya hemos asumido la pérdida y nos preguntamos como va a ser nuestra vida sin eso que ya no está ni estará. Puede que cada día nos cueste levantarnos para afrontar nuestro día con esa ausencia en nuestra vida. Nos parecerá que esta etapa no tendrá final, pero si nos permitimos vivirla, también pasará.

  • Aceptación
Llegamos, finalmente, a aceptar que esa persona o situación ya no estará más en nuestra vida y rehacemos ya nuestra vida sin ella. Puede que lo que hemos perdido deje un espacio irreemplazable que siempre recordaremos con cariño, haciendo ya las paces con esa ausencia. O podría ser que más tarde nos acabemos alegrando, por ese espacio que puede ser ocupado por algo nuevo y mejor.

Estos procesos de duelo los podemos experimentar con gran variedad de intensidad y duración en nuestras vidas, según la importancia que tengan para nosotros la situación o la persona que hayamos perdido. Y es importante permitirse vivir estos duelos el tiempo suficiente cuando se den, incluso cuando la gente alrededor nos presionen para salir del duelo lo antes posible. Es un proceso que requiere su tiempo.

Y en esta vida de continuo encontrarse y separarse, puede que vayamos cayendo en la cuenta de cuál es el trasfondo de todo: eso que nunca podemos encontrarnos por no haber estado jamás ausente y de lo que no podemos separarnos porque no hay momento o lugar en que no esté. Podríamos reconocer entonces ese espacio, esa Gran Mente, en la que se dan todos los encuentros y las separaciones, y, desde ahí, vivir esas situaciones con un intensidad inusitada, no como cuando los vivimos desde nuestro pequeño yo, que necesita defenderse de tal exaltación.





viernes, 25 de noviembre de 2016

El amor incondicional y el amor de pareja






Siempre que se mezclan los planos absoluto y relativo se da lugar a muchos problemas, y lo mismo ocurre cuando se mezclan los tipos de amor asociados a esas dos perspectivas sobre la realidad.

Por una parte tendríamos el amor absoluto, incondicional, espiritual, infinito o transpersonal, que lo abraza todo por igual, sin distinciones y sin esperar nada a cambio.

Por otra parte estaría el amor condicional o personal, y, para esta entrada, nos vamos a centrar en uno de los tipos de amor condicionado: el amor de pareja. Este tipo de amor no lo abraza todo por igual, ni debe hacerlo; hay una persona a la que pone muy por encima de todas las otras. Desde este amor si que se pueden poner condiciones, por ejemplo: que la otra persona nos corresponda, que nos trate bien y no nos maltrate, etc.

El problema es que he observado que en "círculos espirituales" a veces se mezclan ambos tipos de amor. En ocasiones se hace para racionalizar nuestras dificultades para comprometernos en una relación de pareja. Es más fácil quedarnos en nuestras ideas del amor incondicional, que comprometernos con alguien o algo en concreto. Por otro lado, si aplicamos las ideas sobre amor incondicional al amor de pareja significaría que tendríamos que aguantar cualquier cosa de la otra persona, pues nuestro amor no debería depender de ninguna condición.

¿Cuál sería, entonces, la relación entre el amor incondicional y el amor de pareja?. En el mejor de los casos, si hubiéramos llegado a hacernos conscientes de él, el amor incondicional sería como el trasfondo, el océano, dentro del cual surgiría esa ola de amor condicionado por nuestra pareja. Ken Wilber lo expresa muy bien en Diario (entrada del 16 de agosto):

"El amor hacia una persona concreta es perfecto cuando sale de la Vacuidad. Porque, aunque todavía sea amor, aunque todavía sea intensamente personal, aunque todavía sea muy concreto, es una ola que emerge del océano del infinito llevando consigo la fuerza y la emoción de todo el mar. La sensación se asemeja al hecho de contemplar una salida de sol en el desierto a primera hora de la mañana: una inmensa llamarada rojoamarillenta que emerge en la inmensidad azul. Cada uno de nosotros es, en el fondo, el cielo infinito del Amor en que emerge la bola de fuego concreta del amor personal.


Pero hay que decir que el amor infinito y el amor personal no son excluyentes, sino que éste es una de las olas del océano inmenso que es aquél. El único cambio que advierto cuando me despierto junto a Marci a primera hora de la mañana y comienzo a meditar es la presencia de una beatitud que engloba todo el cuerpo, una beatitud paradójicamente tenue a la vez que intensa, que agudiza mi conciencia. Es una energía sexual que se conecta con su fuente en las regiones sutiles del cuerpomente. A menudo medito tocándola levemente, con lo cual se cierra un circuito energético que ella también puede sentir."

domingo, 18 de septiembre de 2016

El Cielo y el Infierno






La siguiente pregunta de Javi Gallo me ha llevado a reflexionar sobre lo celestial y lo infernal:


Alejandro, ¿qué lectura haces de las corrientes esotéricas que dicen que el mundo esta tomado literalmente por fuerzas diabólicas (ente, carcelero, demiurgo) y que vivimos en una cárcel debido a la influencia de estas criaturas de las cuales debemos despertar?

Pienso que con esto, como con todos los mitos, se pueden hacer dos cosas: creértelos como algo literal o interpretarlos alegóricamente. Lo que me interesa hacer en esta entrada es lo segundo. 

Para mí lo que cuentas podría referirse a la existencia de distintos niveles de conciencia. Habría niveles más superficiales  o egocéntricos (diabólicos) y niveles más profundos y menos egocéntricos (celestiales). Crecer y desarrollarse desde esos niveles más superficiales a niveles más profundos y menos egocéntricos sería salir de esa cárcel en la que nos mantenemos (psicológicamente) y nos mantienen (social y culturalmente) atrapados. Y es que el nivel en el que está la modalidad de discurso dominante de una sociedad o cultura, funciona como un imán atrayendo a nuestra conciencia: es muy fácil crecer o desarrollarse hasta ese nivel, pero para ir más allá tendrá que ser en contra de las tendencias culturales y sociales que tiran de nosotros hacía niveles más superficiales.

Todos experimentamos en nuestras vidas momentos difíciles en los que reina la contracción sobre nosotros mismos, en esas situaciones nuestra perspectiva se estrecha, y permanecemos atrapados en nuestra propia órbita, incapaces de ir más allá de nuestro dolor. Y sin embargo, en otros momentos más agradables en los que podemos relajarnos, nuestra perspectiva y nuestro ser se expanden, y podemos abarcar muchas más cosas, y mucha más gente en ella. Así, según las circunstancias, podemos estar atrapados en niveles más superficiales o egocéntricos o expandirnos a niveles más abarcantes e inclusivos. Pero no sólo es algo temporal dependiendo de las circunstancias de la vida, a lo largo de ella, si nuestro desarrollo no se estanca, iremos creciendo de los niveles más superficiales y egocéntricos a niveles más profundos y descentrados de nosotros mismos. Todos tenemos un centro de gravedad al que hemos llegado en nuestro desarrollo psicológico, y desde ahí, podemos contraernos o expandirnos más o menos según las circunstancias de la vida.

 Además, para muchos en un nivel de conciencia lo perteneciente a los niveles previos suele ser visto como diabólico. Así, por ejemplo, desde el cristianismo mítico se tomaron muchas tradiciones paganas anteriores y se trasformaron en diabólicas. Desde la modernidad racional la religión mítica suele ser vista como la causa de todos lo males. Desde el postmodernismo relativista es la razón moderna la que es vista como la causa de todos los males actuales. Por último, desde los niveles integrales, se suele ver al postmodernismo relativista como el origen y la causa de la fragmentación actual (véase Boomeritis). Quizás esto no sea del todo negativo, sino que ayuda a cada nivel a diferenciarse del anterior, paso previo necesario para una posterior integración.


miércoles, 22 de junio de 2016

El pensamiento mágico y la visión espiritual







Es verdad que las otras personas, el mundo, la vida y todo lo que abarca nuestra conciencia no somos más que nosotros mismos, aunque no nos hayamos dado cuenta de ello. Pero hay que ser cuidadoso con el yo mismo a que nos referimos cuando decimos que ese yo es uno con todas las cosas:


- Si lo aplicamos a nuestro yo psicológico, estaremos cayendo en el pensamiento narcisista mágico, donde todo es una prolongación de nuestro pequeño yo, que ocupa el centro alrededor del cual gira todo el universo.

- Otra cosa es que nos estemos refiriendo a lo que Ramana Maharshi llamaba el Yo-Yo, esa conciencia ante la cual el pequeño yo no es más que otro objeto, ese espacio infinito en el que todo surge y por lo tanto, que es uno con todo. A esta segunda acepción se refieren los místicos, y por lo tanto no supone que todo lo que ocurre sea responsabilidad o culpa nuestra, porque no es nuestro pequeño yo el que está moviéndolo todo. Estaría nuestro pequeño yo limitado, el universo que sigue su rumbo sin importarle nuestro pequeño yo particular y esa Conciencia o Gran Mente dentro de la cual todo ello surge, que es uno con todo.


Así que no todo lo que aparece en nuestra vida sucedería porque lo necesitemos, o porque es una lección para nosotros, o sigue ahí porque todavía no hayamos aprendido la lección. Las cosas suceden por muchas cadenas de factores, muchos de los cuales no tendrían que ver con nosotros. Una cosa es que podamos aprender de todas las cosas que nos suceden y otra pensar que el universo está pendiente de nosotros manejándolo todo para que ocurran las cosas que necesitamos.

Aclaro esto porque a menudo se confunden el pensamiento mágico, que es infantil y narcisista, con la visión espiritual, que es madura y descentrada de uno mismo.

jueves, 14 de abril de 2016

Mi opinión sobre el eneagrama






Muchos ya habréis adivinado por la imagen superior que el tema de esta semana va a ser el eneagrama. Podéis leer más sobre esta herramienta para el autoconocimiento, esta tipología que divide a los seres humanos en nueve tipos fundamentales,  aquí. Y para los que queráis tener una idea sobre los eneatipos que predominan en vosotros recomiendo este test.

La inspiración de esta entrada ha sido la pregunta que Roberto Aguado me ha hecho en Facebook:


Alejandro, me gustaría saber tu opinión sobre el eneagrama como herramienta de autoconocimiento. Gracias de nuevo.

Por mi experiencia el eneagrama es una herramienta muy útil, que en buenas manos puede servir de base a un trabajo picoterapéutico muy profundo, al permitirnos localizar cual es nuestra neurosis fundamental. También nos puede indicar cuál es el trabajo psicológico que tenemos que realizar para nuestra sanación y desarrollo psíquico, pues de cada eneatipo se describen no sólo sus neurosis fundamentales, si no también el camino de sanación, que le llevaría  a expresar sus dones o virtudes.

El peligro es que te puede hacer caer en el etiquetado fácil o que acabe siendo usado para no asumir nuestra responsabilidad.
Idealmente conocer el eneagrama nos podría ayudar a relacionarnos con otras personas, pues sabiendo cuál es su eneatipo, podríamos hablar con ellas en un lenguaje que entiendan. Esto permitiría que les llegue el mensaje que queremos trasmitir. Eso sería lo ideal, pero lo que he visto que ocurre en realidad a menudo es que se usa para hacer un etiquetado fácil de las personas. Y entonces dejamos de relacionarnos con esas personas y empezamos a relacionarnos con la idea del eneatipo de esa persona: "Claro, tu dices eso sólo porque eres un 5..."; "¡Hay que ver como son los 3!..."; "Tú eres una 4, así que lo que realmente necesitas es...". Esto es algo que he visto a menudo, y que me ha llevado a desencantarme del eneagrama.
Y algo parecido podemos hacer con nosotros mismos: nos etiquetamos con un eneatipo, y entonces dejamos de asumir nuestra responsabilidad. Somos como somos porque pertenecemos a un determinado tipo del eneagrama y así podemos justificarlo todo y dejar de asumir nuestra responsabilidad sobre nosotros mismos. 
Estos serían algunos de los usos erróneos del eneagrama, pero todavía pienso que en el contexto psicoterapéutico y en manos de un experto, esta tipología puede ser muy poderosa para el trabajo interior.
Por último, en el contexto del Módelo Integral de Ken Wilber, el eneagrama entraría dentro de las tipologías, una de las 5 dimensiones que habría que tener en cuenta si queremos tener una visión auténticamente integral de nosotros mismos y del mundo, junto con los cuadrantes; niveles o estadios, líneas y estados.

jueves, 7 de abril de 2016

Cómo defenderse de las personas tóxicas o transformar el triángulo dramático







Esta entrada de blog ha sido inspirada por la pregunta de May Miau:  


¿Cómo defenderse de personalidades tóxicas que buscan hundirte en el ámbito laboral?



En primer lugar, habría que ver qué puede hacerse con respecto a lo que esas personas tóxicas que mencionas están haciendo: denunciar, decirles algo, ponerles límites, etc. Pero, pueda hacerse algo o no, lo que sí es posible es trabajarnos para no quedar enganchados en su juego, y así, aunque no podamos evitar el contacto con dichos individuos,  estaremos mucho mejor y no nos convertiremos en sus víctimas

Hay un triángulo compuesto por tres de los roles que solemos tener en nuestra vida y en nuestras relaciones con los demás, y es el triángulo compuesto por víctima, verdugosalvador; se le conoce como el "triángulo dramático de karpman". Todos tenemos tendencia a identificarnos con uno de esos papeles y disociar los otros. Si estamos identificados con la víctima tenderemos a provocar que los otros se comporten como verdugos o como salvadores, y tenderemos a engancharnos con quien ejerza esos papeles sobre nosotros. Si nos identificamos más con el salvador nos engancharemos a víctimas a las que podamos rescatar o con verdugos a los que queramos parar los pies. Y si es la identificación con el verdugo lo que está activo en nosotros, iremos buscando víctimas sobre las que ejercer o salvadores que luchen contra nosotros.
Como cualquier otro aspecto o subpersonalidad nuestro, esos tres aspectos pueden estar disociados, podemos haberlos relegado a la sombra, a nuestro inconsciente reprimido, estando, en tal caso, inconscientemente identificados con ellos. Estos aspectos nuestros que hemos reprimido, se manifestarán en nuestras vidas de formas encubiertas, inmaduras y neuróticas. Con alguno de esos papeles podemos estar identificados de forma más consciente. 
La forma de trabajar con este triángulo podría ser, en primer lugar, diferenciarnos del papel con el que estamos más identificados. Esto nos permitirá integrar lo que ese aspecto tiene que aportarnos, pero sin estar limitados por la identificación exclusiva con él. Sería un aspecto más integrado en la totalidad de nuestro yo, cumpliendo con sus funciones, pero sin secuestrarnos. Propongo empezar por este aspecto primero porque es más fácil trabajar con aquello de lo que somos conscientes que con aquello que hemos disociado.
Luego podríamos rescatar a los otros dos aspectos de la sombra. Así podrían cesar las manifestaciones encubiertas de esos aspectos, y a la luz de la conciencia podrían madurar y ofrecernos cada uno de ellos sus funciones a nuestro servicio. Y es que todo aspecto o subpersonalidad tiene algo que aportar a nuestra vida cuando lo integramos.
En el proceso Big Mind haríamos eso hablando con cada una de estas 3 voces: la de la víctima, la del verdugo y la del salvador hasta poder experimentar plenamente a la luz de la conciencia cada uno de esos aspectos, con lo cual los trascendemos y los transformamos, para ir dejando de engancharnos en esos juegos de forma inconsciente. Además, podemos imaginarnos que ese triángulo es la base de una pirámide, después podríamos experimentar el ápice de esa pirámide, el aspecto nuestro que incluye a los otros 3 y va más allá. Y desde ahí podríamos fluir libremente por los otros aspectos sin quedar enganchados en ellos, ya transformados a la plena luz de la conciencia. Así, como dice Genpo Roshi, el "triángulo del drama" se transformaría en el "triángulo del Dharma". ¿Cómo sería este cambio? Eso lo dejo a la investigación de cada cual. Ya me contaréis qué descubrís en esta indagación.

viernes, 1 de abril de 2016

Psicoterapia y Meditación: el "desenmascaramiento del ego" y la expansión de la consciencia




Esta entrada de blog es el resultado de la pregunta que me ha hecho Roberto Aguado en Facebook


¿Es el desenmascaramiento del ego condición necesaria para la expansión de la conciencia? 


Mi respuesta ha sido: 


Si por desenmascaramiento del ego te refieres a hacernos conscientes e integrar sus diferentes aspectos, pienso que sí, que es necesaria si queremos que esta expansión de la conciencia ocurra de forma que sea psicológicamente saludable.

Ese proceso de expansión de la conciencia implica la trascendencia de nuestro ego, de nuestro yo mental en una identidad más amplia y profunda. Favorecer esta trascendencia es la esencia del trabajo meditativo. Y cuando se trasciende de forma sana, lo trascendido es integrado en una totalidad mayor, los distintos aspectos del ego serían incluidos en esa identidad más profunda y transformados al ser incluidos en ella. Pero cuando transcendemos algo de lo que no somos conscientes, algo que tenemos disociado, que está en nuestra sombra, lo que conseguimos es redoblar esa disociación. La esencia del trabajo psicológico o psicoterapéutico es hacernos conscientes de lo que tenemos en la sombra, integrar lo que hemos disociado en nuestro desarrollo psicológico. 
Por eso cuando se realiza un trabajo espiritual, meditativo, sin acompañarlo de un trabajo psicológico existe el peligro de que mientras estamos accediendo a nuestro yo real nuestro pequeño yo se vuelva cada vez más disociado, neurótico e inauténtico, pues existe la posibilidad de trascender sin integrar lo trascendido, sino disociándolo.
Este hecho es cada vez más comprendido por los maestros espirituales modernos, y por ello cada vez están surgiendo más revisiones actualizadas de las antiguas tradiciones espirituales que integran este trabajo psicoterapéutico sin perder nada de su profundidad espiritual. Un ejemplo de ello es el proceso Big Mind que ha creado el maestro Zen Genpo Roshi y que yo he estudiado con él. No sólo permite acceder más facil y establemente a estados meditativos profundos en los que trascendemos nuestro pequeño yo, además permite trabajar para integrar los diferentes aspectos del yo, de forma que esa trascendencia pueda darse de forma psicológicamente más saludable.