viernes, 12 de mayo de 2023

La Meditación: el reconocimiento de lo que jamás podemos perder

 




Todo lo que experimentamos en nuestra vida, todas nuestras experiencias, se caracterizan porque surgen en el tiempo: tienen un comienzo, duran un tiempo y terminan. De hecho, una de las fases más duras que se describen en el entrenamiento de la meditación vipassana es la percepción de la disolución, en la que se percibe el final de todos los fenómenos, como terminan o se disuelven. Suele ser una fase muy dura porque, cuando el meditador se da cuenta de lo que esa experiencia de la disolución de todos los fenómenos significa, tiene que asumir y comprender profundamente que todo aquello a lo que se aferraba para ser feliz está destinado a defraudarle, pues va a desaparecer. Significa comprender profundamente que no hay nada solido y duradero a lo que podamos aferrarnos para ser felices, todo terminará, toda experiencia tiene un comienzo y un fin. Una cosa es entender esto intelectualmente y otra cosa es la desolación que se puede sentir al vivirlo directamente en esta fase avanzada de la meditación vipassana. Para ir más allá de esta fase se desarrolla el deseo de liberación: ya que nada puede proporcionarme un felicidad profunda, estable y duradera, porque todo está condenado a desaparecer, solo se puede encontrar la felicidad en la liberación de todo ello, en la experiencia del Nirvana, la cesación de todos los fenómenos transitorios, la "experiencia" de quiénes somos más allá de todo ello. Se le atribuye al Buda histórico esta cita:


"Hay, monjes, algo no nacido, no originado, no creado, no constituido. Si no hubiese, monjes, ese algo no nacido, no originado, no creado, no constituido, no cabría librarse de todo lo nacido, originado, creado y constituido. Pero puesto que hay algo no nacido, no originado, no constituido, cabe liberarse de todo lo nacido, creado y constituido."

Por una parte tendríamos todos los 
fenómenos y experiencias - originados, creados y constituidos- y por otra parte tendríamos el espacio en el que todos esos fenómenos y experiencias surgen - no creado, no originado, no constituido-. Ese espacio podemos reconocerlo ahora como nuestra Conciencia Testigo. Ahora mismo nuestra Conciencia es el espacio en el que surge lo que sea que estemos experimentando, sean percepciones, sensaciones, pensamientos, etc., puede ver el surgir y el desaparecer de todas esas experiencias, pero en sí misma ni surge ni desaparece, es omnipresente, estemos reconociéndola o no, pero todo surge siempre ya en ese espacio. Cuando esa Conciencia se absorbe en sí misma, Conciencia pura sin objeto, sin experiencia, tenemos el Nirvana, estado que generalmente requiere mucha práctica meditativa. Sin embargo, podemos empezar por reconocer nuestra Conciencia Testigo ahora mismo, eso es mucho más fácil.La Meditación busca reconocernos como esa Conciencia en la que todo surge y que dejemos de cometer el error de identificarnos con algunas de las cosas que surgen en ella, como este cuerpo, esta mente y este yo mental, que ni si quiera son sujetos reales, pues pueden ser vistos como objetos desde la conciencia. Desde ahí no son "yo" si no "mi" o "mío". No es lo que yo soy, pero son parte de mi. Se dice que esa errónea identificación con lo que no somos es la que causa el sufrimiento (no el sufrimiento neurótico, sino el inherente a la contracción de sentirse un yo separado) y la meditación sería la forma de revertir esa ilusión y tomar consciencia de quienes somos realmente, con toda la plenitud y libertad que acompaña ese despertar.

A veces a la Conciencia Testigo se le llama "Yo Real", porque es un sujeto real que no puede convertirse en un objeto, no puedes verla, solo puedes descansar como ella. 


Esa Conciencia Testigo no es ninguna experiencia en sí misma, si no que es el espacio en que surgen todas las experiencias, la Conciencia en la que surgen todas ellas. Dentro de ese espacio transcurre todo lo que es temporal, pero esa conciencia en sí no es tocada por el tiempo, no comienza, no termina, es omnipresente. No podemos conseguirla o traerla a la existencia, solo podemos reconocer que ya está presente. Y como no entra en la corriente del tiempo, estamos reconociendo algo que no termina en el tiempo, que no podemos perder. de ahí el titulo de esta entrada de mi blog: "el reconocimiento de lo que jamás podemos perder". Reconocemos algo omnipresente, algo no sujeto al tiempo y a la transitoriedad. Y descubrimos que somos eso.

Esa es la diferencia de la Meditación frente a cualquier otra búsqueda de satisfacción en las experiencias: lo que consigamos con las experiencias irremediablemente nos va a defraudar, solo eso que no es una experiencia, y que no podemos conseguir ni perder puede reportar una satisfacción, una libertad y una plenitud profundas. Y desde ahí podemos disfrutar (o sufrir) las experiencias sin esperar que nos den eso que no pueden darnos, eso que solo nos lo puede reportar el reconocimiento de lo que somos.

Por supuesto, hay experiencias meditativas en los niveles sutiles y causales, de las que hablaremos en futuras entradas del blog, pero no son la realización última*. Aunque pueden ser mucho más reales y más plenas que nuestras experiencias en el estado de vigilia, siguen siendo experiencias transitorias, y, aunque deben ser integradas como parte de nuestro ser, no tienen el mismo valor que el de reconocernos como eso que no es una experiencia, y que es el espacio en el que surgen todas la experiencias, las del estado de vigilia y las de los estados sutiles y casuales.

Y eso jamás lo podemos perder. Solo tienes que reconocer que todas tus experiencias ya están surgiendo en ese espacio de tu conciencia, dejar de identificarte con lo que está surgiendo en ti como ese espacio e identificarte como esa Conciencia. Ese es el viaje que nos propone la meditación y que iremos desgranando en futuras entradas de blog.

*Técnicamente, la identificación constante con la Conciencia Testigo no es la realización última que puede alcanzarse con la Meditación, más allá está el reconocimiento no dual, el reconocimiento de que la Conciencia Testigo y lo atestiguado son no dos, reconocernos como uno con todo lo que surja sin que haya un sujeto aparte.




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